La liturgia del segundo domingo del Adviento constituye una vehemente llamada al reencuentro del hombre con Dios, a la conversión. Por su parte, Dios está siempre dispuesto a ofrecer al hombre un mundo nuevo de libertad, de justicia y de paz; pero ese mundo sólo se hará realidad cuando el hombre acepte reforzar su corazón, abriéndolo a los valores de Dios.
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