La liturgia de este domingo nos invita a tomar conciencia de cuán exigente es el camino del “Reino”.
Optar por el “Reino” no es escoger un camino de facilidad, sino aceptar recorrer un camino de renuncia y de entrega de la vida.
Es, sobre todo, en el Evangelio donde se trazan las coordenadas del “camino del discípulo”: es un camino en el que el “Reino” debe tener la primacía sobre las personas que amamos, sobre nuestros bienes, sobre nuestros propios intereses y esquemas personales.
Quien toma contacto con esta propuesta tiene que pensar seriamente si quiere acoger, si tiene fuerzas
para seguir. Jesús no admite medias tintas: o se acepta el “Reino” y se embarca en esa aventura a tiempo completo y “a fondo perdido”, o no vale la pena comenzar algo que no se va a llevar a efecto.
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Optar por el “Reino” no es escoger un camino de facilidad, sino aceptar recorrer un camino de renuncia y de entrega de la vida.
Es, sobre todo, en el Evangelio donde se trazan las coordenadas del “camino del discípulo”: es un camino en el que el “Reino” debe tener la primacía sobre las personas que amamos, sobre nuestros bienes, sobre nuestros propios intereses y esquemas personales.
Quien toma contacto con esta propuesta tiene que pensar seriamente si quiere acoger, si tiene fuerzas
para seguir. Jesús no admite medias tintas: o se acepta el “Reino” y se embarca en esa aventura a tiempo completo y “a fondo perdido”, o no vale la pena comenzar algo que no se va a llevar a efecto.
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