Un acercamiento a nuestra espiritualidad a partir de un retrato del Padre Dehon. Este es un resumen del trabajo, el cual se puede descargar en forma completa en el link que se encuentra al final de este post.
1. El Corazón abierto del Salvador
“El Costado abierto y el Corazón traspasado del Salvador son para el Padre Dehon la expresión más evocadora de un amor cuya presencia activa experimenta en su propia vida” (RV 2). El Corazón de Cristo abierto por la lanza del soldado es el centro de toda la experiencia espiritual dehoniana. En esta imagen tremenda del Corazón que vierte hasta la última gota de su sangre, se resume todo el misterio de la cruz y con él todo el misterio del empeño divino de abajarse hasta lo más hondo de la condición humana: el sufrimiento y la muerte injusta.
Este aspecto se insinúa en el cuadro con el desgarro de la túnica que permite ver el pecho del Cristo. El Corazón traspasado, desgarrado, abierto del Crucificado es uno de los símbolos evangélicos donde se concentra más significación teológica. Por una parte es el colofón de la pasión humana de Cristo, como cierre y conclusión lógica de toda una vida preexistente, abandonada, descentrada de sí para los demás. En segundo lugar, la herida del corazón que amó tan profunda y humanamente, y es tratado de una manera tan brutal, es una denuncia profética del mal y de la injusticia. El Corazón de Cristo es la expresión más plástica del amor de Dios por el hombre que llega al extremo de dejarse herir, y aún muerto, entrega la última gota de su sangre.
2. Los ojos y la boca
Observemos detenidamente los ojos del Cristo. Se trata de una mirada directa, penetrante y a la vez dulce, transparente. Es tan intensa, que cuesta mantener la vista alzada. Es la mirada del amor que se ha acostumbrado a esperar pacientemente. Su mirada es directa, limpia y provocadora. En sus ojos encontramos lucidez y ternura: las dos características de la misericordia.
Con los labios levemente entreabiertos parece que se dirige con suavidad al espectador para decirnos algo. La expresión es tranquila, como quien habla con la voz de la intimidad. Si la mirada era directa y sugerente, la boca del Cristo está hablando directamente al corazón de quien se acerca: escuchar lo que dice es la clave de toda espiritualidad cristiana.
3. El fuego y el agua
Quizá los dos elementos que más llaman la atención del cuadro sean el fuego y el agua que el Cristo lleva en sus manos.
a. El fuego del amor
El fuego nos recuerda la necesidad y naturaleza de la oración personal y comunitaria, en orden a lo que el P. Dehon definió como una vida de unión al Corazón de Cristo. Dicen las Constituciones SCJ: “Como discípulos del Padre Dehon, quisiéramos hacer de la unión a Cristo en su amor al Padre y a los hombres, el principio y el centro de nuestra vida. Meditamos con predilección estas palabras del Señor: «Permaneced en mi y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto en sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí» (Jn 15,4). Fieles a la escuchas de la Palabra y al compartir el Pan, estamos invitados a descubrir cada vez más la Persona de Cristo y el misterio de su Corazón, y a anunciar su amor que excede todo conocimiento” (RV 17).
b. Beber de las aguas de la salvación
El agua es un elemento de múltiples resonancias en la Biblia, puede significar el caos previo a la creación, pero también es sinónimo de vida que abre paso frente al desierto que es muerte. El agua nos revela el sentido de salvación recibida. En el evangelio hay un texto que hace referencia también al agua viva de la salvación y aporta un nuevo matiz. Se trata del encuentro de Jesús con la Samaritana en el capítulo 4 del evangelio de Juan. En este pasaje, Jesús se define a sí mismo como agua viva que quien beba no tendrá ya más sed. Él es esa agua que la Samaritana ansiaba y que al final lo encuentra.
4. El Sagrado Corazón y el P. Dehon
El centro de la espiritualidad dehoniana es la experiencia de fe que tuvo León Dehon. “La experiencia de fe del Padre Dehon es la que San Pablo expresa así: ‘Mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí’ (Gal 2, 20)” (RV 2). “El Costado abierto y el Corazón traspasado son para el Padre Dehon la expresión más evocadora de un amor cuya presencia activa experimenta en su propia vida” (RV 2).
El amor de Cristo es la primera experiencia de León Dehon. Entiende el Corazón traspasado del Salvador como la interioridad y personalización del amor de Dios Padre para con el hombre. En este amor de Cristo, que da su vida por los hombres en obediencia al Padre, él ve la fuente misma de la salvación. Del Corazón de Jesús, abierto en la cruz, nace el hombre de corazón nuevo en la comunidad de caridad que es la Iglesia.
La mirada preferida de León Dehon se concentra en la contemplación del crucificado y especialmente en el corazón traspasado. Esta mirada no se queda fija sólo en el costado, en el corazón físico, sino que penetra mucho más adentro: contempla toda la vida interior, con todas las motivaciones, aspiraciones, ideales, opciones, sentimientos, afectos, etc. Respecto a esto, él mismo escribe: “La apertura del corazón de Jesús es el misterio de los misterios, el fundamento de todos los otros […] He aquí por qué la lanza del soldado ha abierto su corazón físico: para darnos a conocer la herida de su corazón espiritual, de su amor” (Couronnes d’amour, II en OSP 2, 379-380).
Para León Dehon el “Corazón” posee un significado simbólico, no es simplemente el corazón de carne de Jesús, sino que significa algo más profundo. Es interesante notar como para Dehon es clara la dimensión personal en su visión del Corazón de Jesús, ya que se refiere a la persona de Jesús y no simplemente al órgano físico. Es esta profundidad lo que constituye y da el tono a la espiritualidad de amor y reparación al Sagrado Corazón de Jesús.
Documento completo. MIRANDO A TRAVÉS DEL CORAZON
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