Jesús es el Señor de la Vida y así nos lo demuestran las lecturas de este domingo decimotercero del Tiempo Ordinario. Los textos son un canto a la vida y nos presentan al Dios apasionado por la vida.
¡Dios ama la vida! ¡Quiere únicamente la vida! “Dios creó al hombre para la inmortalidad” (primera lectura). Por su Hijo, nos salvó de la muerte: por eso le damos gracias en cada Eucaristía.
El Evangelio nos recuerda que Cristo ha venido a dar vida: “para que tengan vida, y la tengan en abundancia”. Muestra su poder sobre la enfermedad humana, curando a la mujer, y su poder sobre la muerte devolviendo a la vida a la hija de Jairo. Y todo ello, con toda la delicadeza y dedicación que Jesucristo sabe dar a sus actuaciones.
También la Iglesia debe ser “dadora de vida” y transmisora de esperanza, cuidando a los enfermos, como ha hecho a lo largo de dos mil años, poniendo remedio a la incultura y defendiendo la vida contra todos los posibles ataques del hambre, de las guerras, de las escandalosas injusticias de este mundo, del terrorismo, así como de las perspectivas radicales del aborto o de la eutanasia o de la pena de muerte.
En el cántico del salmo y en la profesión de fe, será bueno recordar que es al Dios de la vida al que confesamos, sus maravillas las que proclamamos.
Durante toda la vida, mantengamos la convicción expresada por el libro de la Sabiduría: “Dios no hizo la muerte ni goza destruyendo a los vivientes”
Conviene, pues, que en la celebración de la Eucaristía de este día, la vida explote en todas sus formas: en la belleza de las flores, en los gestos y actitudes, en la proclamación de la Palabra, en los cánticos y aclamaciones, en la luz.
LITURGIA 28 DE JUNIO
¡Dios ama la vida! ¡Quiere únicamente la vida! “Dios creó al hombre para la inmortalidad” (primera lectura). Por su Hijo, nos salvó de la muerte: por eso le damos gracias en cada Eucaristía.
El Evangelio nos recuerda que Cristo ha venido a dar vida: “para que tengan vida, y la tengan en abundancia”. Muestra su poder sobre la enfermedad humana, curando a la mujer, y su poder sobre la muerte devolviendo a la vida a la hija de Jairo. Y todo ello, con toda la delicadeza y dedicación que Jesucristo sabe dar a sus actuaciones.
También la Iglesia debe ser “dadora de vida” y transmisora de esperanza, cuidando a los enfermos, como ha hecho a lo largo de dos mil años, poniendo remedio a la incultura y defendiendo la vida contra todos los posibles ataques del hambre, de las guerras, de las escandalosas injusticias de este mundo, del terrorismo, así como de las perspectivas radicales del aborto o de la eutanasia o de la pena de muerte.
En el cántico del salmo y en la profesión de fe, será bueno recordar que es al Dios de la vida al que confesamos, sus maravillas las que proclamamos.
Durante toda la vida, mantengamos la convicción expresada por el libro de la Sabiduría: “Dios no hizo la muerte ni goza destruyendo a los vivientes”
Conviene, pues, que en la celebración de la Eucaristía de este día, la vida explote en todas sus formas: en la belleza de las flores, en los gestos y actitudes, en la proclamación de la Palabra, en los cánticos y aclamaciones, en la luz.
LITURGIA 28 DE JUNIO
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